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Repulsa del favoritismo

Hermanos míos, que vuestra fe en Jesucristo glorificado no se mezcle con favoritismos. Supongamos, por ejemplo, que llegan dos personas a vuestra reunión: una con anillos de oro y magníficamente vestida; la otra, pobre y andrajosa. Si en seguida os fijáis en la que va bien vestida y le decís: “Tú, siéntate aquí en el lugar de honor”, y a la otra, en cambio, le decís: “Tú, quédate ahí de pie” o “Siéntate en el suelo a mis pies”,

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